domingo, 24 de julio de 2022

MI PEQUEÑO GORRIÓN

 

 (CONCURSO DE RELATOS ZENDA - IBERDROLA. HISTORIA DE ANIMALES)

MI PEQUEÑO GORRIÓN

Me lo encontré en el parque, sólo y abandonado a su suerte. Piaba desesperado llamando a sus padres, pero como no aparecían y la noche se echaba encima, decidí llevármelo para que ningún perro o gato lo pudiera matar.

No quise familiarizarme con él ni crear lazos afectivos, y procuré tocarlo lo menos posible, únicamente cuando tenía que darle de comer. El objetivo era criarlo y, cuanto antes, devolverle la libertad.

Cuando creció y ya se alimentaba por sí solo, decidí soltarlo. Una tarde dejé la ventana abierta y se fue.

Al volver mi hija del colegio se disgustó mucho, y me insistió que teníamos que salir a la calle para comprobar si estaba bien, y salimos a buscarlo. Dimos varias vueltas por los alrededores llamándolo, pero no lo veíamos. Estaba claro que a esas alturas andaría por ahí volando junto con otros pájaros. Pero ya de regreso a casa ví en la rama de un árbol un pajarillo sólo y acurrucado. Tenía que ser él. Le llamé y, para mi sorpresa, vino volando hasta posarse delante de mí, en el suelo. ¡No me lo podía creer; me reconoció y se dejó coger! El pobre estaba muy asustado, y decidimos llevarlo a casa.

Ya no había vuelta atrás, se quedó en nuestra casa y eligió un lugar favorito donde dormir; desde entonces ese fue su refugio. Volaba libre por todo el salón y la cocina, pero no se atrevía a adentrarse en el pasillo porque le daba mucho miedo lo largo y estrecho que era.

A lo largo de su vida nos regaló muchos momentos de alegría y felicidad, y a pesar de que siempre tuvimos la pena de no haberle podido devolver la libertad, lo cuidamos y le dimos todo el cariño del mundo, como a un miembro más de la familia.

Quien ha tenido la suerte de contar con la compañía de un gorrión, habrá podido constatar que es un animal fascinante, gracioso, curioso, y muy inteligente.

Vivió con nosotros durante seis años, y dejó una gran huella en nuestro corazón.

Se llamaba Txito.



viernes, 30 de marzo de 2018

Mensaje en una botella


                                    MENSAJE EN UNA BOTELLA

Atrapado en el oscuro abismo de la infinita inmensidad del espacio sideral, se divisa, apenas imperceptible, un minúsculo y solitario punto de luz avanzando sin rumbo fijo hacia la nada más absoluta, como un bote a la deriva, en medio de las aguas de un gigantesco y vasto océano.

En las entrañas más recónditas de una vieja y descomunal nave espacial, dos pequeños robots caminan torpemente hacia una gran pasarela iluminada con luces intermitentes de color rojo, mientras se oye a todo volumen una metálica grabación automatizada que repite una y otra vez,  acompasada entre los agudos sonidos de las aullantes sirenas, un siniestro aviso, advirtiendo del fatal e inevitable desenlace que está a punto de suceder.

¡LA SECUENCIA DE AUTODESTRUCCIÓN ESTÁ ACTIVADA!
¡LA CUENTA ATRÁS SE HA INICIADO! ¡ABANDONEN LA NAVE!
¡QUEDAN SEIS MINUTOS Y DOCE SEGUNDOS PARA LA DETONACIÓN!

En un pequeño habitáculo hay un hombre postrado en el suelo, esperando, con la mirada perdida hacia la puerta abierta donde acaban de llegar los dos robots. Se dirige hacia ellos, sujetando en su mano una especie de cilindro metálico alargado. Les habla a duras penas, con una voz tenue que denota su cansancio.

-Lo siento chicos. No he tenido más remedio que hacerlo. Vienen a por  mí. Pero no dejaré que me atrapen. Hice un juramento y lo voy a cumplir, aunque me cueste la vida.
No os preocupéis, ahora vosotros vais a ser los guardianes. Lo he preparado todo para vuestra partida. Aquí están vuestras nuevas órdenes.

Acercándose a ellos inserta una tarjeta en una ranura al costado de cada robot.

-¿Sabéis? Cuando era niño una vez estuve en una playa, y metí un mensaje en una botella con mi nombre y dirección. La tiré con fuerza hacia el mar, y nunca supe si alguien pudo haberla encontrado.

El hombre mira apesadumbrado a los robots mientras posa sus manos sobre ellos.
La cuenta atrás y el aviso siguen su curso.

¡ABANDONEN LA NAVE! ¡QUEDAN DOS MINUTOS PARA LA DETONACIÓN!

-¡Rápido! ¡Marchaos! ¡No queda mucho tiempo!

Los robots entran por una compuerta que se cierra automáticamente a su paso. Una vez dentro, uno de ellos activa una secuencia numérica en un panel, y la sección de la nave donde se encuentran se separa de la nave principal a gran velocidad.

-Yo ya no puedo hacer nada más. Espero que algún día alguien os encuentre y pueda seguir mi labor. Cuidadlo bien todo, chicos. Buena suerte.

¡QUEDAN DIEZ SEGUNDOS PARA LA DETONACIÓN! ¡NUEVE! ¡OCHO! ¡SIETE! …

La cuenta atrás llega a su fin. La nave principal explota engullida en una fulgurante bola de luz, y se desintegra en miles de trozos que se dispersan a lo largo de toda la galaxia.

Mientras, en la nave de escape que se va alejando hacia el infinito, los dos robots atienden las labores de mantenimiento de su nueva programación. 
En su interior hay una gigantesca esfera transparente, iluminada desde lo alto por un potente sol artificial, y en la superficie hay cientos de árboles y plantas rodeando a un gran lago sobre el que revolotean a su alrededor multitud de aves y pequeños animales.

Era el último bosque que quedaba sobre la Tierra.